Un reformateo grotesco de "'Baraka': una tergiversación de la modernidad"

 A pesar del ejemplar manejo del lenguaje cinematográfico, el director de 'Baraka', Ron Fricke, incurre en ciertas simplificaciones en su crítica de la modernidad, que resulta por restarle valor a una obra ya de gran calibre estético y técnico. Fricke muestra ser sutil expresivamente, pero sus inclinaciones -aunque quizá implícitas- se dejan ver, y el mensaje está claro: la vida premoderna o tradicional es loable, mientras que la modernidad rezuma de guerras, pobreza, contaminación y explotación. Por supuesto que no es del todo desacertada su representación de la modernidad; es, sin embargo, demasiado selectiva, por lo que resulta incompleta. En ese sentido, el imaginario que Fricke propone representa una distorsión, una tergiversación de lo moderno.

La 'sutileza' expresiva de la que hablé en el párrafo anterior radica en que el lente de Fricke no es acusadamente prescriptivo, es decir, no emite juicio sobre lo que ve - sino que es más bien descriptivo y sugestivo. La premisa es sostenible, sobre todo, cuando nos valemos de la invisibilidad, la presencia casi imperceptible de la cámara frente a lo que graba. Es casi estática; de muy parcos y lentos movimientos; y que de querer otro punto de vista, acude radicalmente a otra toma por completo. Esto le da un toque de lejanía científica, neutralidad, con cual el lente trata a esos sujetos (o, dicho de otra forma, la total indiferencia que muestra el entorno y el sujeto hacia la presencia de la cámara). El lente de Fricke, en vez de ponerle palabras en sus bocas, se convierte en un 'mero' mediador. Pero esta supuesta imparcialidad es una ilusión. En rigor, la objetividad en cualquier quehacer artístico, es una ilusión. De la misma manera que hay juicio crítico y por lo tanto subjetividad en el proceso de decisión del fotógrafo y el pintor al incluir y excluir elementos de su encuadre, el cinematógrafo también hace manifiesta sus inclinaciones cuando filma esto y no aquello. Es por esto que la jovialidad aparente del corillo de niñitos no quita peso a su contexto, que es que viven en un arrabal pobre; o las trabajadoras fabriles, que laboran en malas condiciones, y probablemente a cambio de un salario nefasto; o las escenas bélicas y los campos de concentración; o la monotonía robótica, casi vertiginosa, del trabajador fabril de equipos electrónicos. Fricke pretende meramente mostrárnoslo, pero hace más que eso al mostrarnos eso en particular.

Me temo que 'Baraka' propone una panorama algo simplista, por lo que habrá que ser un tanto precabidos aprehendiendo esa cosmovisión binaria (y quizá hasta exotizante) que sugiere Fricke, de que la naturaleza, el bucolismo y el primitivismo son mejores y más puros; y que la modernidad es simplemente dañina e indeseable. Solo es necesario poner nuestra cotidianeidad en su debido contexto histórico para extrapolar que, comparativamente, no tenemos nada que envidiarle a las culturas no modernas. Es quizá fácil romantizar la vida bucólica, lo tradicional y a esa feroz madre naturaleza a la cual todo ser viviente teme, desde el aire acondicionado, y partiendo de imaginarios consumibles e inverosímiles que uno ve en Instagram acerca de lo que es vivir en el Amazonas o en el Sahel siendo parte de una sociedad tribal, o en el Tíbet, o en la ruralía Japonesa, o en las aldeas más recónditas del Medio Oriente. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pues ¿no es la propia modernidad la que te facilita exponerte a documentales y puntos de vistas como los que ofrece 'Baraka'?, ¿no es ella misma la que te permite leer mi reflexión y tú redactar la tuya, la que nos ofrece las herramientas para cuestionar y pensar críticamente sobre nuestro propia situación, en el contexto de una universidad llena de gente inteligentísima?; ¿no es gracias a ella que podemos discutir y poner bajo escrutinio esas ideas con personas mejor capacitadas que uno (entiéndase, profesores), y de ahí sentar las bases para el cambio, sea en el ámbito personal o en el político?; ¿no es gracias al internet, por ejemplo, que mucha gente puede informarse (aunque también malinformarse) y aprender fuera de las aulas?; ¿no facilita el internet también el activismo político?; ¿no hay cientos y cientos de científicos, estudiosos y diseñadores capacitadísimos, dedicando todos sus esfuerzos a avanzar tecnologías pro-ambiente, o desvelando maneras de convertir las ciudades más humanas? (entre millares de otros ejemplos de los privilegios de la modernidad, y lo fascinante que puede ser). Yo prefiero quedarme donde estoy: no cambiaría mi posición temporal ni geográfica por nada del mundo... Sin que nada de esto quiera decir, por supuesto, que deberíamos conformarnos con el statu quo, pues no se trata de una justificación ni trivialización de todos los males que debe enfrentar el humano moderno, sino un ensalzamiento, una defensa y una constatación de la coyuntura tan habilitadora, prometedora y comparativamente más cómoda y saludable en la que nos encontramos. 

Fricke hace una gran labor mostrándonos lo que hace falta mejorar, pero me parece injusto poner en relieve solo lo negativo, como si eso conformara la totalidad de la modernidad. Pues ¿dónde quedan en 'Baraka' todas las mejorías y oportunidades que ella nos provee, relativo a la opción premoderna? Lo que quiero decir es que la visión de Fricke está incompleta, y que sería injusto juzgar el mundo mediante su lente distorsionado.

Comentarios